Hablando solos.
Te propongo un ejercicio de observación.
La próxima vez que vayas caminando por una calle concurrida, fíjate en la cara de las personas que te cruzas en el camino. Casi seguro que no tardarás mucho en cruzarte con alguien que va moviendo los labios, como si hablara con alguien pero sin emitir sonido alguno. Si sigues observando no tardará en aparecer otra persona igual, y otra, y otra más.
Efectivamente van hablando, pero consigo mismo. ¿Qué se estarán diciendo? ¿Acaso van tan absortos en su dialogo interior que no se dan cuenta de que van moviendo la boca mientras andan?
Nos hablamos muy mal a nosotros mismos. Nos tratamos fatal. Peor que a los demás.
Fijaros bien. Observar su rostro. Mirad si alguno de ellos sonríe mientras habla para su interior. Fijaros incluso si alguno lleva un rato frunciendo el ceño mientas camina y se cuenta qué se yo qué cosas. Curioso, ¿verdad? ¿Qué tipo de monologo se estarán contando?
Hablando con el juez más crítico: nosotros mismos
Creo que no me equivoco mucho si adivino que nada bueno. Mientras andamos en soledad aprovechamos la ocasión para decirnos algunas perlas limitantes, del tipo “no voy a poder…”, “no voy a saber…”, “seguro que no puedo…”, “soy menos … que…”, “yo no soy tan … como …”, “seguro que si se lo cuento va a …”, etc.
Nos hablamos muy mal a nosotros mismos. Nos tratamos fatal. Peor que a los demás. Somos lo más críticos del universo con nosotros mismos y nos encanta descalificarnos, infravalorarnos y compadecernos. Es lo que nos han enseñado. Lo que hemos aprendido para ser aceptados.
La autoestima es el cimiento de nuestra casa desde la que construir, vivir plenamente y sentirnos acogidos. Por eso te animo a que cuando te encuentres con alguien que habla para sus adentros, le sonrías sinceramente, le mires a los ojos y pienses para ti la frase “SÍ QUE PUEDES” mientras sonríes.
¡Es magia! Les llegará tu aceptación y tu creencia de que todos podemos, de que todos valemos y seguro que en ese instante cambiará su diálogo interior.